Ana Redondo: de Idomeni a Beirut

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Nuestra compañera Ana Redondo, que ya estuvo en el primer grupo que AYRE  desplazó al campamento de Idomeni, se encuentra desde hace unos días en Beirut (Líbano). Está allí en compañía de Jad, joven sirio residente en Cataluña, y otros compañeros de la Organización “Poble Ajuda a Poble”.

Todos, además de ayudar al reparto de ropa y enseres recogidos por esta asociación, exploran la posibilidad de montar un proyecto de ayuda humanitaria en alguno de los múltiples campos dispersos por el norte de Líbano. Este país, fronterizo con Siria, ha recogido desde que comenzó la guerra a más de 1.2 millones de refugiados. La inmensa mayoría de ellos no cuentan con las mínimas condiciones para una subsistencia digna. Líbano se encuentra al borde del colapso sin apenas ayuda internacional.

Os dejamos sus primeras impresiones:

img_8743 “Imposible expresar y describir todo lo vivido en estos pocos días que aquí llevamos. Se alternan campos a los que apenas llega la ayuda humanitaria y, si llega, es  con demasiadas malas condiciones, con otros campos en los que refugiados se las arreglan ellos solos  para seguir sobreviviendo.

            img_8762Estamos por el norte, cerca de Trípoli. Por allí nos encontramos con un médico libanés, ginecólogo que en su consulta ayuda a las mujeres de los campos cercanos a controlar sus embarazos y prestar ayuda en planificación familiar. Cobra un precio simbólico. La sanidad pública no existe en Líbano, o al menos los refugiados no tienen acceso. Todo es privado.

            Las embarazadas deben hacerse cargo de los costes del parto en los hospitales cercanos y, al parecer, ACNUR sólo presta ayuda financiera a las mujeres que deben parir por cesárea, y no a todas.

            Estuvimos en un campamento a pocos kilómetros de la frontera Siria, la verdad es que no sentí miedo en ningún momento, todo estaba tranquilo. Pareciera como si la desesperación infinita que se ha apoderado de estas gentes, que malviven lejos de sus hogares, sosegara el ambiente. Sólo son 22 familias, nos dedicamos a tomar sus datos para poder organizar posteriormente la entrega de ayuda en cuanto llegue el contenedor que esperamos. Aprovechamos y compramos plátanos que repartimos entre los niños.

            Cuando acabamos, fuimos a visitar varias casas de acogida donde viven viudas y huérfanos. Las mujeres que allí habitan se han organizado bien, hacen chalecos para vender después.img_8759

            Las niñas nos recibieron con bailes. Nos contagiaron sus sonrisas.

La sensación que allí vivimos no tiene precio”. Ana Redondo

 

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